Esta misma situación se vivió en varias localidades urbanas, lo cual levantó más sospechas sobre el fenómeno. Tras estos síntomas, se encargaron varios estudios que comprobaron que el Wi-Fi era el culpable.
Los científicos expusieron a 20 árboles fresnos a fuertes radiaciones por casi 3 meses. Las especies comenzaron a infectarse de virus y bacterias, marchitandose las hojas y fisurandose las cortesas. Además, se observó que los árboles que estaban más cerca de las antenas de Wi-Fi crecían menos.
Aunque hay que realizar nuevos estudios todo parece indicar que la red Wi-Fi inhibe el creciemiento de los árboles y de otro tipo de vegetación.